Es realmente sorprendente el estado de evolución que alcanzó la especie humana. Sobretodo en lo que a evolución tecnológica se refiere.
Ya lo dice la Biblia en el Genesis “Al principio todo era oscuridad. Entonces un día Dios, con los huevos al plato de chocarse siempre la punta de la cama con la canilla o con el dedo gordo del pie por no ver un carajo, dijo hágase la EPEC” (Empresa Provincial de Energía de Córdoba), y con esta vino la luz… Y las facturas que no llegan, y los cortes programados y los altibajos en la tensión que te queman hasta el potus que tenes en el living y el caos en general.
Casi al final de esa semanita bastante movida, donde el barba se mandó más de un invento espectacular, un día dijo crearé al hombre a mi imagen y semejanza. Pero como se ve que ya venía medio cansado y medio carente de ideas, y además se acercaba el fin de semana y tenía cita con el de los cuernos para un partidito de tenis, creó al hombre medio como que a los ponchazos y pensando “bue, que salga lo que salga. Total les puedo dar la posibilidad de evolucionar y que la remen ellos solitos”.
Y así fue que desde la creación misma el hombre (ambos dos, los masculinos y los femeninos) fueron mejorando paulatinamente (acá en este punto, hay quien puede decirme que algunos involucionamos, pero ese es otro cantar). Y fueron pasando los años y las llamadas “edades de la humanidad” y con ellas los distintos descubrimientos e inventos que fueron haciendo de la vida algo un poco más llevadero. Y que se describen en la siguiente secuencia. Aclaro que dejé fuera la teoría de Don Darwin que dice que venimos de los monos porque ya lo metí al barba de arriba que es quien según la Biblia nos creo y no quiero armar bardo.
Nos encontramos entonces en primera instancia con la Prehistoria, pre fijo PRE que indica anterioridad. Momento histórico donde el hombre descubrió entre otras cosas, y según dicen, cosas como el fuego, las piedras y su uso (cosa bastante pava si se tiene en cuenta que estaban rodeados de piedras) la rueda y que se yo cuantas cosas más. Pero sin lugar a dudas los dos inventos o descubrimientos más rescatables de esta época fueron que los pibes descubrieron como reproducirse (léase garchar, fifar, pegarle al perro, revolver el guiso o como sea que le digan en su zona de influencia). Acá seguramente alguien me dirá que no fue un descubrimiento ya que el instinto de supervivencia y conservación hizo la mayor parte. Pero es todo un logro decir “¡mirá negra si yo pongo esto acá ta buenísimo!”.
Y lo segundo más bueno que descubrieron fue que si tirabas unos cachos de carne al fuego la comida salía más rica. Como si alguien hubiera dicho alguna vez “¡Macho! mirá que tiernito que queda el matambre de mamut si lo chantas un toque en las brazas” (muchos años después alguien también descubriría que si además al matambre lo dejas desde la noche anterior en leche salía mucho más tierno). Claro antecedente, este último, de los actuales asaditos y que sentaría la regla con que se mediría el accionar de todos los que por gusto o profesión nos dedicamos a este arte sutil de la parrilla de ahí en más.
La prehistoria se reparte a su vez en subdivisiones. Así nos encontramos con la edad de piedra, la del bronce, la del cobre, la del hierro, la de hojalata, papel maché etc. Y en cada una algo nuevo surgía y el hombre seguía avanzando.
Después de la prehistoria vino lógicamente la historia propiamente dicha que hizo posible entre otras cosas que existiera dicha materia en la escuela para enojo de algunos y beneplácito de otros (entre estos últimos me incluyo).
La línea de la historia que se nos suele enseñar arranca desde el fondo de la cancha con la Edad antigua, que le pasa el balón la edad media que está jugando de un 5 medio atrasado. A su vez este medio campista que debió haber sido africano o algo así porque fue medio oscuro, metió una apertura de cancha terrible con pase profundo a la derecha. Acá domina el esférico matándola de pecho en el límite del área grande la edad moderna, para tirarle un centro pasadito y a la olla a la edad contemporánea que todavía decide si meter la cabeza o tirar una media chilena.
Obviamente que de cada una de las edades nos llega algún invento o descubrimiento que hicieron de la vida algo mucho mejor (puse esta última opinión y al toque empecé a dudar. Ustedes sacarán sus propias conclusiones) y que incluso ayudó a evolucionar en lo que somos hoy en día.
Por cuestiones de tiempo, especio, y sobretodo por cuestiones de mi memoria, no me voy a poner a detallar que pasó en cada edad porque esto se tornaría más aburrido que bailongo sin cuarteto. Si están interesados en hacer un real repaso Internet esta lleno de información al respecto. Sólo les aclaro que todos y cada uno de los que pisaron este mundo antes que nosotros, contribuyeron a que las personas seamos lo somos hoy día.
Entonces el lector se preguntará con justa razón para qué carajo este infeliz me está haciendo leer toda esta sarta de idioteces si no va a profundizar. ¿No? Y es que con esto de los inventos y descubrimientos estoy medio indignado últimamente. Paso a explicarles. El otro día vi un documental en el Discovery Channel (canal del cual soy adicto) donde se recalcaba que en los últimos 50 o 60 años la humanidad había avanzado en una proporción exponencialmente mayor a todo lo evolucionado en todo el resto de la historia junta. Es decir, en 50 años hicimos más y mejor que en los últimos miles. Entonces el locutor empezaba a enumerar algunos de los logros más meritorios de la humanidad entre los que se encuentran el haber logrado que aparatos más pesados que el aire levantaran vuelo. Que máquinas diseñadas por el hombre pudieran llegar desde el espacio exterior hasta las profundidades más absolutas. Que todo lo que nos rodea mejoró sustancialmente en ese lapso de tiempo. Desde el avión de los hermanos Wright hasta los gigantes alados transoceánicos. Desde el glorioso Ford T al Lamborghini Murciélago.
Hasta los electrodomésticos evolucionaron notablemente. Mi abuelo escuchaba música en un combinado que para moverlo de lugar necesitabas 4 personas, yo escucho en un Mp3 que cabe en un bolsillo. Mi abuelo escribía en una Olivetti verde agua que pesaba un huevo, las netbooks de hoy en día pesan menos que un paquetes de yerba. La licuadora de mi abuela parecía el motor de un Torino con caja ZF, yo uso mini pimer.
Pero le quiero decir algo a los actores de esta vorágine de inventiva evolucionista. Muchachos, en su afán de acelere, se les están pasando cosas por alto. Todavía faltan inventar algunas cosillas que harían de nuestra vidas algo mucho, pero mucho, más simple y llevadero.
Y yo me pregunto como para ilustrarles:
¿Como es posible viejo que se puedan poner tipos en la luna (o eso nos hicieron creer) o se hayan inventado formas para mandar naves a Marte, Júpiter y los confines de la re mismísima galaxia, pero nadie haya inventado todavía un tubo de pasta dental que se auto acomode después que algún desconsiderado lo apretó por el medio en lugar de por atrás?
¿Puede ser que la tecnología se halla desarrollado al punto de disponer de las herramientas para comunicarnos al instante con alguien que está en Taipei (para los que no saben donde queda, es una ciudad que está pasando la loma del culo, 3 semáforos a la derecha), pero que todavía no nos dio un baño inteligente con sensores que analicen que, si estás entrando con un libro en la mano es porque el trámite viene para largo y donde un rayo láser capte la situación y las distintas variables y se las pase a la computadora para que esta analice y nos informe “tené cuidado infeliz, que estás por sentarte a cagar y no te diste cuenta que no hay papel en el rollo”? Avívense científicos, no todos los humanos andamos por la vida con una corbata de seda rojo punzó a mano.
Y así tengo miles de cosas que aún no se han inventado y que serían de suma utilidad. Llaveros que respondan cuando te escuchan putear porque no encontras las putas llaves. O curitas que no peguen en la piel y los pelitos haciendo que duelan cuando te las tenes que sacar de un tirón, y ya que estamos en la onda, algún antiséptico que no arda como la concha de la lora cuando te lo echas en las lastimaduras.
¡Necesitamos por el amor de Dios en forma urgente que inventen algo que nos evite tener que sacar con la mano los restos de comida mojados y apelotonados de adentro de la pileta de la cocina! Y podría seguir así eternamente. A veces me pregunto porque carajo tuve que sacar de mi abuelo Pirulo la jeta cuadrada de vasco en lugar de haber heredado su genio inventivo. No se dan una idea de la plata que tendría ahora si pudiera ponerme a inventar todas esas cosas simples de la vida y que hoy están faltando.
Ojo, a lo mejor lo haga y me ponga a inventar giladas útiles. Quien te dice que en una de esas no me vaya bien.